sábado, 9 de diciembre de 2017

BREXIT (I)

Más de un año de silencio. Un silencio 50% perezoso y 50% cobarde.

Perezoso porque tras haber tomado la decisión de volver a casa de mi aventura en el Reino Unido estuve muy ocupado con todo lo que eso conllevaba. Cobarde porque no me sentía con fuerzas para compartir las sensaciones de cierto fracaso sin haber alcanzado los objetivos esperados.

El hecho de que mi compañera no estuviese en condiciones de salud para afrontar los desafíos que esta vida de emigrante requiere y no encontrar el auxilio médico adecuado hizo que ella tuviera que regresar anticipadamente y no le vi mucho sentido a hacer el camino solo. Hubiera podido, de eso no tengo duda, pero no faltaban fuerzas ni recursos, simplemente le faltaba sentido. Sería luchar por algo importante, pero dejando de lado lo esencial.

Hice las maletas, llené el coche hasta donde me cupo todo y el resto ahí se quedó.

Muchos me preguntaban si me iba debido al famoso "brexit" y la verdad es que nada tiene que ver en mi decisión, si bien, no oculto que me defraudó el resultado de este referendum en el que los mentirosos ganaron la baza del miedo. Me gustó la reacción de muchos que hasta pidieron perdón y repartían flores a los inmigrantes para pedirles perdón y expresar sus mensajes de amor y bienvenida.
También salieron de sus cuevas los cobardes envalentonados con el resultado y tuve que presenciar algún acto de miserable xenofobia, pero sobre todo de vil ignorancia. Ya sabemos que la estupidez es un patrimonio universal de la que ni la más modélica sociedad se puede librar.


Un mes lleno de despedidas que me hizo notar con más viveza que nunca cuantas cosas buenas encontré en este país. Cuantos corazones hermosos se cruzaron con el mío para enriquecer mi vida para siempre.

Manos generosas, abrazos calurosos, miradas amables, adioses sentidos. Todo esto me hizo sentir en la misma proporción afortunado y entristecido. Por dejar lo que más me ha gustado de estos tres años de lucha en esta isla al norte.

Regreso con alegría de volver a estar donde quiero y, sobre todo, con quien quiero. Pero no puedo ni debo ocultar cierta sensación frustrante de dejar un trabajo no rematado.

Ahora queda lo más complicado, completarlo allí de donde me fuí, menos viejo, menos sabio, donde no me dejaron tres años atrás.

TENDRÉ QUE VOLVER A EMPEZAR... a los cincuenta y pico.


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