Hay algo que cambió en mi vida para siempre esa mañana de los últimos días de diciembre cuando, sin querer, descubrí unas cajas con juguetes en lo alto del armario en la habitación de mis padres. Recuerdo que fui a coger la escalera para cerciorarme de que, terriblemente, ese descubrimiento suponía la confirmación de las conspiranóicas teorías que mis amiguetes hacía tiempo me soplaban. ¡Los Reyes Magos eran nuestros padres!
Mi torre de naipes de la ilusión infantil se derrumbaba definitivamente ante mis ojos para no volver a ser construida nunca jamás al mismo tiempo que subido al techo del armario comprobaba que efectivamente, eran los juguetes que se suponía tenían que llegar a mi casa en camello unos días después. Qué mazazo.
Subió un niño los peldaños de la escalera y los bajó un preadolescente confundido. ¿En qué más nos han engañado?
¿Será que mi padre no era el hombre más fuerte del mundo? ¿las verduras realmente serán sanas? ¿será la cigüeña la que trae a los bebés? ¿realmente mi abuela podía sacarme y ponerme la nariz con sus dedos sin que me doliera o era otro engaño más?
No tengo demasiados recuerdos, de esos días, pero si tengo la clara sensación de que todo cambió muy rápido desde que desenmascaré a los reyes magos, hasta creo que este chasco me hizo un republicano empedernido.
Las cosas ya no eran del mismo color. Antes todo era blanco, rojo, azul, verde... ahora ya hay colores pasteles, blancos rotos y rojos marengos. Mucho más complicado, todo es mucho más complicado desde entonces.
Eran los Reyes de este año muy esperados, ya que eran los primeros como abuelos, pero la pandemia los chafó en todos los sentidos.
¿Quién me iba a decir a mi que en la primera oportunidad de volver a subirme a esa escalera para recuperar del techo del armario de mis padres esa ilusión que allí se me había quedado hace casi medio siglo la he de posponer al menos un añito más por pillarme emigrado y pandémico perdido?
Cosas de la vida. Que por otra parte, sigue adelante. Tendré que esperar un año más con esa ansiedad llena de ilusión propia de una noche como esta, para buscar en el techo del armario de mis padres esa niñez que en cierta medida ahora me devuelven un par de locos bajitos.
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